martes, 27 de mayo de 2008

Ensayo del Doctor Isaza Calderón sobre Canto de Amor para la Patria Novia

Ensayo del Doctor Isaza Calderón publicado en la página 5-F del diario La República correspondiente al Domingo 31 de diciembre de 1978.

En el Concurso Literario Ricardo Miró que tan eminentes servicios ha prestado en el desarrollo de nuestras letras, obtuvo en 1956 el segundo premio de la Sección Poesía y ha sido publicado en una cuidada edición por el Departamento de Bellas Artes del Ministerio de Educación, año 1957, cuando así se llamaba el que es hoy, a través de la reorganización de que ha sido objeto, Instituto Nacional de Arte y Cultura, el libro Canto de Amor para la Patria Novia, de Mario Augusto Rodríguez V.

Los cuadros del maestro Roberto Lewis, el más reputado de los pintores panameños, existentes en el Palacio Presidencial, han servido para ilustrar, en reproducciones del fotógrafo Orestes Cabredo, la edición del poema de Mario Augusto. Tiene así una presentación en la que se hermanan las excelencias del texto literario con las galas de la pintura. Estos lienzos, realizados por la diestra mano de nuestro máximo pintor, constituyen especia de historia pictórica compendiada de la marcha del Istmo de Panamá desde los tiempos aurorales cuando los españoles llegaron a sus costas antes invioladas hasta los momentos en que, ya establecida la República, la bandera, como símbolo patrio, ondea sobre la tierra panameña.

Con esa historia se da la mano el poema de Mario Augusto, en el que la imaginación del poeta va tejiendo estampas que quieren ser una evocación lírica de la evolución experimentada por su patria a lo largo de los años. A la Invocación inicial siguen dieciséis cantos que terminan con un Ofertorio. El autor utiliza el recurso poético de llamar novia a su patria, y se enciende de amor para cantarla.

Te amo porque eres mía, eres yo mismo
porque sitento tu sangre entre mi sangre,
porque tienen mis ojos tu plumaje.
Eres la amada buena, torturada
desde la concepción, en las entrañas
de la ignorada angustia de la raza.
Yo soy tu enamorado, soy tu tierra
transida de emociones y cariños,
despertada del miedo a la confianza.
En lo que pudiéramos llamar motivación del poema, que alcanza por igual al autor y a la patria, pues se confiesa hijo legítimo de ella, forjado con sus atributos consustanciales, está el reconomcimiento del mestizaje característico del trópico, con predominio del elemento indígena.
Te he visto coronada con las plumas
del indio, con salomas campesinas
corriendo por los flancos de tu gracia.
Un fuerte sabor a campo y montaña, que en Mario Augusto constituyen ingredientes fundamentales de su manera poética, cruza a lo largo de toda la composición, y le suministra imágenes al par que matizan la tonalidad dentro de la cual se desarrolla el poema.

Tu carne de morenos caracoles
de ppajaros azules
de mariposas y de peces
se adelgazó extendiéndose en la risa
de la inocencia ingenua.
Cobra mayor densidad de desarrollo poético cuando, al compás de los acontecimientos, el conquistador español pone las plantas en el Istmo y se inicia la opresión de sus pobladores, el despojo y la lucha por la supervivencia. Dentro de la alegórica representación escogida para simbolizar a la patria, el paso del soldado invasor suena a violación de la "doncellez herida", a holocausto y sacrificio.
Así fue el holocausto
de la rosa morena de tu carne
ante el ataque de semidioses rubios
que el mar trajo en las blancas carabelas
con la enseña
de un nuevo Dios de paz y justicia.
Martirizada
en la danza del sol y de la luna
tu doncellez herida
prodigaba su sangre desvelada
bajo los estandartes y las cruces.
Del abrazo del colono con la india surgió el hombre nuevo, hecho de carne cobriza y sufrida.
Su brazo penetrante
sembró violentamente la semilla
en el vientre moreno de la raza.
Se estremeció la tierra
grávida de ansiedades presentidas
y un hombre nuevo
lanzó su grito de verdad lejana.
Transcurre el tiempo y la era colonial abre el paso a la independencia. Ha llegado la hora de la anexión a la Gran Colombia, que el poema recoge así:
Dócil
como torcaz recién nacida
te entregaste completa ante el embrujo
y uniste tu destino a la radiosa
constelacioon del sol bolivariano.
El calvario de la unión a Colombia asoma pronto en el horizonte, con la secuela de hambres y miserias, de luchas instestinas, y el istmo probó entonces el domlor del desengaño.

Los colmillos del odio,
la furia
de todas las pasiones afiladas,
los potros desbocados de la guerra
otra vez torturaron inclementes
la sencilla inocencia de la entrega.
La noche de la angustia
asotó las llanuras y los valles.
El vendaval horrible
te maltrató la entraña estremecida.

Pero vino lo peor. Tras la separación de Colombia y con el señuelo del canal interoceánico llegaron nuevos amos con disimulado intento.

Tendía su brazo hercúleo
brindando protección para los débiles
pero sus dedos de águila imperiosa
exprimían
la asustada semilla de la sangre.
Habló una lengua extraña
de ambiciones, promesas y arrogancias
y otra vez la cintura de la dicha
quedó ceñida por la mano férrea
del seductor.
Vino luego con la apertura del canal el cumplimiento de la misión simbolizada en el lema de nuestro escudo: pro mundi beneficio, que significó, una vez más, la engrega de nuestro patrimonio telúrico, de los dones con que la naturaleza ha favorecido el istmo, sin compensación para el donante.

Hendieron tus entrañas los colmillos
de hierro.
Tu cuerpo de palmera
con su carne de tierra,
con la anchura feraz de las caderas,
con los muslos redondos,
con el viento
tropical como verde cabellera,
se prodigó para servir al mundo.
Y la estrecha cintura
del Ancón, el Chagres y Culebra
ofrendió su tributo de esperanzas
para ayudar a la hermandad del hombre.
Tal es, en apretado esbozo, la creación poética de Mario Augusto que, como puede verse, remata en el momento crucial del sacrificio panameño, que tantos han interpretado mal, cargándonos con la culpa de una traición a Colombia y a los intereses del continente, cuando no hubo sino forzosa inmolación de la impotencia del débil ante la codicia del fuerte.

Los literatos panameños coinciden en centrar sus disparos sobre la herida doliente que nos ha causado tantas humillaciones. Mario Augusto, a su turno, hurgó en la herida, mas con una concepción distinta, enmarcada en el simbolismo erótico utilizado para componer el poema.




1 comentario:

memento dijo...

Hola, no sé si podría ayudarme a entrar en contacto con algún familiar de una persona llamada Baltasar Isaza Calderón, nacida en 1904 y fallecida en 2002, u orientarme acerca del lugar en el que pueda conservarse su "archivo" personal. Muchas gracias.