- ¿Cómo disfrutaba del verano cuando niño?
El verano coincidía con las vacaciones escolares. Las aguas de los ríos no se enturbiaban con los aguaceros y los caminos que llevaban a los caserios vecinos estaban limpios de lodo. Esa era la temporada adecuada para incrementar los paseos a los ríos, a las cacerías con biombos y trampas, las incursiones a los campos en busca de frutas que los dueños casi nunca nos negaban.
También íbamos a los montes cercanos en busca de hojas de "guarumo de pava" y de "cañazas" y "canacillas" -- también llamadas "virulíes" -- para hacer jaulas y cometas. Mi hermano José Luis era un verdaderoa artista para la confección de jaulas y cometas que podían competir con las mejores del pueblo. Yo, en cambio, siempre fui muy torpe en esas labores.
En las tardes, nos reuníamos en "el llano" que se extendìa en los terrenos en donde ahora están los edificios de la Escuela Normal y las calles que los colindan. Allí "encampábamos" las cometas para competir con las de otros muchachos.
La ausencia de lluvias y de obligaciones escolares también nos permitían acrecentar los juegos con "bolas" y "trompos" que casi siempre incluian competencias con los amigos que a veces terminaban con peleas a puños y patadas de efímeras consecuencias porque pronto nos reconciliábamos.
Las obligaciones hogareñas eran escasas: ir al mercado a hacer las compras para la comida, entregar alguna costura confeccionada por mamá o algún par de zapatos reparados o confeccionados por mi papá. En las últimas horas de la tarde, podíamos ir a las quebradas cercana en busca de agua para regar el amado jardín de mamá.
Por mi parte, disfrutaba de una recreación especialmente agradable: ir a pasar el día con mi abuela Luisa o con mi abuelo Santos.
Sin embargo, la recreación que mejor recuerdo y que se extendía tanto en verano como en invierno, era ir a la casa de mi madrina Elisa para disfrutar de sus numerosos libros.
El verano coincidía con las vacaciones escolares. Las aguas de los ríos no se enturbiaban con los aguaceros y los caminos que llevaban a los caserios vecinos estaban limpios de lodo. Esa era la temporada adecuada para incrementar los paseos a los ríos, a las cacerías con biombos y trampas, las incursiones a los campos en busca de frutas que los dueños casi nunca nos negaban.
También íbamos a los montes cercanos en busca de hojas de "guarumo de pava" y de "cañazas" y "canacillas" -- también llamadas "virulíes" -- para hacer jaulas y cometas. Mi hermano José Luis era un verdaderoa artista para la confección de jaulas y cometas que podían competir con las mejores del pueblo. Yo, en cambio, siempre fui muy torpe en esas labores.
En las tardes, nos reuníamos en "el llano" que se extendìa en los terrenos en donde ahora están los edificios de la Escuela Normal y las calles que los colindan. Allí "encampábamos" las cometas para competir con las de otros muchachos.
La ausencia de lluvias y de obligaciones escolares también nos permitían acrecentar los juegos con "bolas" y "trompos" que casi siempre incluian competencias con los amigos que a veces terminaban con peleas a puños y patadas de efímeras consecuencias porque pronto nos reconciliábamos.
Las obligaciones hogareñas eran escasas: ir al mercado a hacer las compras para la comida, entregar alguna costura confeccionada por mamá o algún par de zapatos reparados o confeccionados por mi papá. En las últimas horas de la tarde, podíamos ir a las quebradas cercana en busca de agua para regar el amado jardín de mamá.
Por mi parte, disfrutaba de una recreación especialmente agradable: ir a pasar el día con mi abuela Luisa o con mi abuelo Santos.
Sin embargo, la recreación que mejor recuerdo y que se extendía tanto en verano como en invierno, era ir a la casa de mi madrina Elisa para disfrutar de sus numerosos libros.
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